Lo que me asustaba de mi, era lo raro que se veía desde otra vista, yo solo la escuchaba...
Cada segundo se hacia tan lento, tan calmado y musical, por mis oídos entraban cada uno de sus gemidos que hacían eco en mi cerebro, por cada rama hasta llegar a mi alma
Cada pensamiento era borrado al instante de mi mente, eran arrancados de un solo jalón, dejando solo fluir el éxtasis de ese momento, por ella pasaban mis movimientos y lo que podría hacer después para seguirla escuchando, aquella gran pieza musical, cada minuto se hacia un largo y eterno viaje de placer quieto, tanto que mi respiración era como la de un cazador antes de terminar con su presa, hacerla caer rendida, mis manos resbalandoce por sus curvas era como el sutil movimiento para moler café, apretando ciertos puntos de su piel para escucharla de nuevo...
Y así seguir hasta conseguir escuchar todo el arte y trabajo minucioso que hizo la vida sobre ella, convirtiéndola en una noche lluviosa en mi cabaña, en el vapor de mi taza de café cada mañana bailando con el humo de mi cigarro, desvaneciéndose en la neblina, en su gemir....
¡DIABLOS! me encantaba escucharla en mi cuello, cuando sus brazos apretaban mi nuca mientras esculpía sobre mi piel trazos abstractos arraigados por la sensación y deseo de esos días, con sus propias manos.
Mientras que en mi mente solo entraba su alma, no cabía duda de que estaba tan enfocado en escuchar su hermosa voz cantar que deje que en mi entrara un pensamiento de saber ¿por que se sentía tan bien? si solo estaba haciendo movimientos que yo pensaba y sabría de alguna manera que la harían sonar de esa hermosa manera, fue allí donde me vio directamente a los ojos, con sus ojos achinados y temblorosos, sus hermosos ojos, fue ahí donde ambos comprendimos que ella era mi instrumento musical y yo era el hombre que la hacia sonar tan hermosa tras las cortinas, el hombre bajo la tenue luz naranja que la hacia sentir que flotaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario