domingo, 13 de enero de 2019

Deseo terrenal

- Justo como ahora, no tenia palabras...
Esa noche el cielo estrellado tenía nombre, sentía que podía poseerlo, hacerlo mio.
Cada gesto, cada silencio, cada caricia era tan fugaz.
Posé mis manos sobre la espalda de esa luna fría, acaricie y sentí el cabello de las montañas bajo esta, bese el cuello de Venus y por primera vez fui el primer hombre en llegar a ser parte de un planeta diferente y como todo hombre criado en la tierra tosca, tome su cabellera negra, tan negra como el vació mismo con mis manos desnudas, me acerque a su nuca, al cuello de este enorme universo e inicie mi viaje de reconocimiento, para hacerlo mio.
Lo hice tan despacio como pude, pues sabia... o mejor dicho, intuía que podría de la misma manera que fue la primera vez, ser la única y ultima oportunidad para un hombre como yo, comencé a besar tras sus pequeñas orejas, rose sus mejillas con mis labios en cámara lenta y sentía como algo se agitaba en mi pecho, no podía perder el control así que lo dome hasta llegar a sus dulces labios, disfrute cada minuto, cada segundo.
Posé mis manos sobre la tierra y sentí como comenzaba a temblar, por primera vez vi algo tan fantástico, tan familiar pero lejano a mi... Un planeta erizándose, no temí ni un momento, pues desde el inicio el Sol herviente aun no abría esos enormes ojos, sus enormes, juzgantes y hermosos ojos.
El aliento del ártico se hacia cada vez mas tibio y consecutivo, como el de un dragón ansioso, mi mano tomo vida propia, decidiendo apoderarse de todo ese universo desconocido ante mi y mis humildes pero silenciosas exigencias, como susurros de niños las puntas de mis dedos trazaban carreteras y vías nuevas sobre ese universo quizas ya explorado, aunque antiguamente de mala manera.
Apreté las caderas de este y lo moldee a mi gusto, mientras mis labios ya habían alcanzado los de ella, esos dulces labios enigmáticos, sentía como mi lengua rosaba la creación misma, sentía como a mi llegaba la redención y el perdón de la vida.
Una vez allí, ya no había vuelta atrás para mi... ya era parte de la creación, ya ambos eramos casi o lo mas semejante posible a los dioses, capaces de quitar vida a quien intentara irrumpir con la creación de más vida que sucedía justo en ese momento.
Mis ásperas manos acariciaban los alpes andinos, mientras que mis piernas rosaban la tierra desierta y temblante, mis labios estaban ocupados con parte del universo gimiente... Y allí fue cuando supe que lo tenía todo, que no necesitaba más para sobrevivir mas que toda esta fantasía vivida, latente, presenciada en primera y única persona.
Mis ojos ya habían visto demasiado, así que decidi cerrarlos, dejando a oscuras lo que era mi única guía ante esas pequeñas pistas del universo, ante esas pequeñas estrellas, dejándome llevar por el instinto fui deslizando mi pulgar hacia el vientre de la madre de las creaciones, hasta llegar a un punto sin retorno, un mar inmenso, tan mojado y poco profundo como los hermosos cayos de Venezuela...
Comencé a crear tornados y huracanes con mis dedos, mientras mordía los suaves labios de esta musa, sentía como mi corazón casi explotaba con cada latir, pero me calmaba un poco el sentir que era mutuo, que ambos sentíamos lo mismo...
Lo hice mio, le talle mi nombre a cada rincón de este universo y lo digo sin temor ni humildad alguna, pues se que yo desde el inicio sin saberlo, siempre pertenecí a ella.

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