domingo, 13 de enero de 2019

Caminar juntos

-Dulce madrugada.
-Pfffff -exhalo.
Sabía que era dulce... Aunque no veía nada con esos párpados pesados. Intentaba levantarlos; pero estaban flojos, sólo querían seguir caídos, apoyados por esa pícara sonrisa densa que se formaba en su rostro, que levantaba suave pero firmemente sus mejillas... como si quisieran ocultar algo.
Las dudas carcomían su mente, así que alcanzó la tierra con sus manos ásperas.
Al sentir que esa hermosa figura reposando en su vieja cama seguía allí, todo se torno más suave... era como escuchar "In the Morning" de Jefferson Airplane tras hacer el amor.
Se dejó arropar por ese cosquilleo en sus músculos y esa sensación de paz en su alma, entrando en un profundo sueño...
Siempre había sido tosco, frío y sereno. Con todo.
Desde lo más importante, hasta lo más insignificante; pero ese día la vida le había dado una lección, ese día la vida se postró frente a él con la intención de ayudar y tomó sus manos, las puso cual par de platos de sopa y le sirvió aquella orden de vida.
Él no sabía si ese obsequio lo abandonaría, como la mayoría de las cosas importantes lo hacían en el transcurso de sus días, o si se quedaría un rato, lo suficiente como para luchar por él a la hora de que algo o alguien quisiera arrebatársela.
Automáticamente cayo en sus antiguas pero bien recibidas actitudes, serenas y desprendidas del apego.
Mientras su mano acariciaba esa tersa piel, él se apegaba más a esa paz. Una sensación de amor se aferró fuerte a su pecho, agitando el corazón de un lado a otro, como si bailara una suave canción bajo el oscuro cielo nocturno, y de inmediato sus pupilas comenzaron a danzar con éste, de un lado a otro, dando vueltas por el lugar... cada bombeo agitaba un bosque verde de sensaciones en su pecho, anhelando estar en su cabaña en los bosques donde comprendió el valor de la tranquilidad, la soledad, la compañía... y lo que en realidad valían..
Sus ojos se abrieron solos. No dudaban, dejaban claro lo que querían y pensaban.
Se enfocaron en la peinadora, directamente, hacia una caja de madera.
Él se dejó llevar y se dirigió a ella, la abrió y tomó dos boletos para ir de viaje a esa hermosa cabaña que tanto anhelaba, los puso sobre el vidrio de la peinadora mientras se ponía su camisa verde claro de flores hawaianas, tomó la loción de su obsequio y roció un poco en el lugar, no mucho para evitar abrumarse. Sólo un poco. Para que, con cada respirar, la sintiera allí.
Cada inhalar, era una sensación de bienestar que pocos comprenderían... le daba apetito y ganas de seguir respirando.
Tomó los boletos y se sentó del lado derecho de la cama vieja, justo donde estaba ella. Besó su frente y la levantó con un hermoso y anhelado por muchos:
-Vamos de viaje...
Para nadie es un secreto que ir de viaje.
Es palpar y sentir la vida colarse por tu organismo, es dejar atrás la rutina, el estrés, la monotonía, la perturbada y marginal vida diaria del urbanismo citadino...
El sol perdió su brillo al ser absorbido casi por completo por un par de ojos verdes achinados y una piel blanca como la leche, tibia, suave... Asombro fue lo que sintió al ver que la vida, el obsequio, ella... tenía una de las voces mas finas y hermosas de ese maquiavélico mundo en el que se había criado.
- Sólo déjame ponerme unas prendas. No pretenderás llevarme desnuda -dijo ella susurrando entre sus dos hermosos y cerezos labios... seguido de una sonrisa a media boca tan pícara e incitadora como el diablo mismo.
El alago de la vida se podría resumir en ella, el simple hecho de que ella siguiera en su vida, para el era un alago de la existencia misma hacia el, no necesitaba más, pero podría agrandar eso que ya sentía.
Ella se puso una bata de seda color miel, que hacía resaltar ese hermoso tono de piel blanco perla, tan pálido como la nieve... camino varios pasos y dio una media vuelta sobre la luz que entraba por la ventana, haciéndole un gesto sexy a el, sin esperar mas se dirigió al baño.
En su espera por esa sexy chica, el comenzó a chequear los pasajes, pues le habían salido un poco baratos para el recorrido que había tras ellos, varias horas de carretera, una que otra parada y unos cuantos minutos de sueño en el largo viaje.
Ya listos, ella tomo su bolso, con sus cosas importantes dentro, el la tomo de la mano a ella y con una ligera brisa fría, una sonrisa a media boca y una mirada de satisfacción, ambos desaparecieron en una hermosa y verde carretera.
-No puedo exigirle más a la vida, pues desde que la conocí, en ese momento, supe que lo tuve todo hasta el ultimo de mis días... era lo único que se escuchaba en una grabadora al lado de la cama de aquellos dos.

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