domingo, 13 de enero de 2019

La tragedia de mi corazón

Muchos creen que soy el dueño de la biblioteca, otros que trabajo acá, algunos están en lo cierto "soy un demente" amo leer, es lo único que me mantiene lejos de ese mundo extraño que no logro comprender, puagh, prefiero quedarme acá.
Hace semanas comenzó a venir una mujer a este majestuoso salón, con más de cuatro millones de libros, ¿puedes creerlo? son demasiados, lo se, pero creo poder leerlos todos, en fin, esto no es de mi, o de los libros, es sobre esa extraña mujer que ha estado viniendo a la biblioteca, por lo general todos llegan, pasan por la taquilla y luego van a buscar el libro donde se les fue indicado, de allí a la silla y a leer por unos diez o veinte minutos máximo, si, se aburren y prefieren dejarlo en algún lugar diferente a donde lo hallaron o llevárselo alquilado, pero ella no... Ella ya tiene tres semanas y pico viniendo a la misma hora, toma un libro y se sienta en la mesa que yo uso, "Si se preguntan el por que, la razón es por que allí nadie molesta o interrumpen la lectura, al parecer ella lo noto también".
La primera vez estaba leyendo (A la sombra de las muchachas en flor de Manuel Vázquez Montalbán ) por mi mente solo paso que quizás era de esas muchachas que eran aficionadas al romance desenfrenado y las lagrimas sobre las hojas, así que no le preste mucha atención y seguí en lo mio, pensé que en algún momento ella se detendría a hacer algún gesto para romper mi atención hacia la lectura, pero nunca lo hizo, extrañamente siguió casi a la par mía la lectura, aunque de diferentes escritores, temas y cantidad de contenido, ¡NUNCA LO HIZO! se acabo el libro en ocho horas, dos días quedando cuatro horas, sin llevarselo y comenzó con otro, llamo mi atención pues muy pocos hacían eso, solo alguno que otro estudiante de la universidad o algún aficionado a la lectura o amante a ella, ya era el cuarto que se leía en el transcurso de la semana, los cuatro de poesía y romance, ya mi paladar comenzaba a sentir un cosquilleo extraño y mi mirada subía cada vez mas seguido, quitandole atención a lo que leía por verla a ella, ella lo notaba, claramente, pero no decía nada, ni le disgustaba... Pasaron seis semanas y ella seguía allí, en el mismo asiento, siempre con una lagrima cayendo por su mejilla, una sonrisa media de sus labios o un brillo inusual en sus ojos que no podía dejar de ver, hasta que un día me alce, mientras ponía uno de los libros que yo había acabado en su sitio, pensaba en como podría abordarla, ¿como llamar la atención de alguien con esas características y belleza sin salir afectado? me fui a casa esa noche con solo eso por mi mente, y al hacerse las once de la noche comenzó a llover, fue allí cuando entre la lluvia se presento ella, la veía bailar sobre el vidrio de mi techo, las gotas de agua formaban su figura, mientras más veía hacia arriba, más sentía que era ella, sus curvas, era como tocar las nubes, el olor se hacía cada vez más real y denso en mis cuatro paredes, madera, libro viejo, un toque de café, tierra mojada y hojas húmedas, todo en un solo sitio, en un solo ser... No era posible, así que cerré los ojos intentando cobrar el sueño, pero se me hicieron las una de la madrugada escuchando entre la lluvia y los rayos su respiración, entre el agitar de las ramas y el viento escurriéndose por las orillas de mis paredes se oía claramente sus sonidos naturales, el abrir y cerrar de sus labios, el cruzar de sus pies descalzos acariciándose ella misma, sus dedos cambiando las paginas, su lengua mojando sus labios secos, creo que se hizo una obsesión para mi, mi pequeña y hermosa compañera de mesa, cuando me di cuenta, ya era de día, había caído en un profundo sueño de nueve horas, jamás mi cama se había sentido tan cómoda, jamás mi habitación se había sentido tan acogedora, ese día el sol estaba oculto, era de mañana pero solo había humedad y nubes grises.
Baje a hacerme un café y sentía que las paredes tenían vida, pero con el mismo pasar de los minutos sentía que hacía falta algo en ese lugar, no tarde en darme cuenta... Es ella, lo que le hace falta a este lugar para llamarlo hogar es ella, lo que le hace falta a mi vida, para llamarse vida... Es ella.
Mi alma se sentía siempre como levitando, en constante meditación y soledad, tranquila y serena, pero ahora tenía una inquietud, una ansiedad, un deseo, algo me carcomía por dentro, me hacía sentir la necesidad de saciar ese sentimiento que llevaba recién nacido en mi ser y en el fondo sabía que era ella lo único que lo podría detener.
Me dirigí a buscarla y por todo el camino me hice la idea de como podrían suceder las cosas, en mi mente había una serie completa de eventos a bien y a mal, pero siempre había sido negativo, esta vez tenía que ser positivo, muy positivo, así que me hice la película completa de como era ese pequeño corto dentro de la biblioteca.
La biblioteca se veía sola, solo habían cuatro o cinco personas en el lugar, una de ellas era ella, en la misma mesa, no podía verme pues esa mesa estaba tapada por uno de los estantes y de espaldas a la entrada, me escurrí entre los tantos estantes, uno tras otro, buscando en mis recuerdos palabras y letras que pudieran seducir a semejante mujer, hasta llegar a ella, me incline un poco a sus espaldas y le susurre muy calmado, "No te asustes ni voltees, solo escucha, soy el joven que siempre está sentado frente a ti, quizás lo hayas notado, pero mis parpados caen en somnolencia cuando llegas a sentarte, es como si inyectaras en mi alma directamente una dosis de relajante, pero a la vez mis manos y piernas se vuelven torpes, hasta el punto de no querer levantarme para que no lo notes, es como si a la vez, enserio, inyectaras adrenalina directo en mi corazón, con una jeringa al rojo vivo, te preguntaras por que lo hago de esta manera, pero es mas sencillo de lo que crees, quiero demostrarte que no necesitas ver un rostro para amar las sensaciones, para amar a alguien, quiero que tomes esto como un fetiche para tus noches solitarias y sientas lo mismo que siento yo al verte frente a mi, ese cuerpo tibio y sereno, tan hermoso e inteligente, quiero que sientas por las noches esa sensación de ahogo por excitación que nos lleva a subir cada escalón hacía el peligro de muerte como si fuera un simple juego, solo por querer tenernos más, -Ella comienzo a morder sus labios, con los ojos cerrados y su mano entre sus piernas- solo quiero hacerte gemir con tanta pasión que te iguales a los mismísimos creadores, que en el cielo sientan envidia pues los cristianos al escucharte haciéndolo no querrán escuchar trompetas en el cielo, solo tus gemidos desde las nubes, que el mismo Dios, padre de todo, se sienta celoso de ti y quiera llevarte solo para tenerte a su lado, volverse pecador y amante por ti, quiero que sientas ese desenfreno que siento al pensar en ti a cualquier hora del día, - Note sus movimientos mientras le susurraba al oído, así que comencé a tocarla, mientras me arrodillaba para hacerlo mas cómodo, ella y yo, en la biblioteca, mi deseo hecho realidad.- mientras susurraba a su oído todo lo que ella provocaba en mi, con mis manos jugaba a ser Picasso, trazando en su piel con mis manos, sintiendo como una madrugada mojada se escurría sobre mis dedos, amando lentamente como las caricias del viento se posaban por mi cuello en forma de cabellos de oro, era majestuoso todo lo que estaba sintiendo en ese momento junto a ella y lo mejor de todo es que ella lo sentía también, estábamos en la misma sincronía, todo eso lo imagine hasta llegar a la biblioteca, con las manos sumamente frías abrí la gran puerta y note que no estaba, sentí una gran decepción dentro de mi ser, pero se calmo al instante, "-quizás hoy llegue tarde-" dije en mi mente, mientras caminaba hacia otro lugar lejos de esa mesa, en espera de ella... Pasaron horas y ella jamás entro por esas puertas, pasaron semanas y sus manos jamás volvieron a tocar estos libros, pasaron meses y me ahogue en el triste y vació recuerdo de que fui un cobarde al no hablarle desde el inicio.

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